sábado, 11 de febrero de 2012

EL ESCRITOR


De: Alma Lilia Joyner V.

Escribir su tarea constante. Ni una palabra expresada, ni una sola mirada, nada para mi.
Solo, tecleando en su computadora, frío, distante.
Le acercaba un plato de sopa, una taza de café, un biscocho, y podía tocar su hombro, la máxima caricia en meses.
Su amante en medio de ambos, palabras y más palabras, pensamientos, frases bien pensadas. Su pasión sobre las paginas en blanco, crecida, amorosa, tan deseada. Yo su espectadora, simple, sin chiste, silenciosa, observadora de su creación.
No lo tenía en la cama conmigo, solo lo acompañaba. Es que nada le atraía, la escritura lo acariciaba, todo en su ser eran sus palabras. Me leía. Aprendí mucho al escucharlo.  Al escribir todo era su mundo, la imaginación, la sensible caricia de su sensibilidad muerta, por meses, por semanas la soledad en uno y otro. Ambos distanciados por un muro de letras. Qué gané, qué perdí? No sé, qué caso tiene pensarlo, en qué me ayudaría. Terminaba su novela y mi cuerpo hambriento lo esperaba, esa frialdad se convertía en fuego y ya todo se desvanecía.

Para qué lo aguantaba? qué importa ya. No está, no escribe, no me ignora, no me abraza, ni me toca ya. 
Para qué soportar su indiferencia y caminar como sombra a su alrededor? No lo pienso, no me importa, los instantes que fueron míos con él, son un puñado de luces de color, salpicadas en sus libros.
Ya no está, se ha ido, no lo veo, no lo toco, no me toca, no hay más que un silencio aterrador. He aprendido a estar sin él, ya estaba sin él, antes y ahora...
cuál ha sido la ganancia secundaría? Ya nada interesa... 
Los cheques por las regalías de sus libros, se suman en su escritorio, y yo pienso que sigue, ahí, escribiendo, poniendo letras y más letras en la pantalla de la computadora. Aun siento que enfrente, se encuentra el escritor.