sábado, 27 de agosto de 2011

A Rienda Suelta. (Fragmento) Alma Lilia Joyner y Gustavo Sainz.

 
 
 
 
Alma Lilia Joyner dedica este libro a Sergio, Jimena, Junior, y en especial a mi hijo Gerardo (mi primer gran ensayo), al matriarcado de donde vengo, mi mamá y mis siete hermanas, a Myriam, Carmen Lilia y Beatriz.

Gustavo Sainz agrega a Claudio Sainz y Marcio Sainz.

Y ambos festejan también a sus amigos con H: Héctor Morales Saviñón, Hortensia Moreno, Humberto Guzmán y Humberto Rivas.

Yeah, c’mon, supongamos que era el primer día de clases y en la entrada de la prepa el pordoquier, a cada oportunidad, esas aposturas, muchos, alguno extravagante, otro sonreidor, aquellos fumando, quiubo, diseminados en grupúsculos, tríos, parejas disparejas, cuartetos, equipos, células, en bola, aquella animada de más, ¿qué onda nacos?, alzando la mano, sus pasos ritmados con marcada cadencia cinematográfica, la burocracia universitaria tras las ventanas, un claxonázo, murmullos, blablazos, la mañana allá arriba desdentada, y es que sin carro valemos gorro se quejaba gitano al encontrar a burana y palomo, regresamos de vacaciones y el pinche beethoven no suelta a la karla, y algunos epítetos ininteligibles, toda clase de ruidos, la calle corina atiborrada de coches lavados y sin lavar, jodidos y decorosos, un gato en celo sacudiéndose, vamos a ver qué bisnes con las viejas del instituto juárez, gitano casi confundido, ¡órale!, aceptaba palomo y bostezaba ávido de pesadillas, no yo no voy, ¡lléguenle ustedes!, gitano agitaba su melena como de costumbre, el cielo azul, grandes, espesas nubes desgarrándose por el horizonte, al sur, acuareladas y monstruosas, no manches, güey, vamos los tres y nos tomamos un café en el jarocho, ¡es que esas pinches viejas son muy apretadas!, y es que este año tenemos que agarrar torta o vamos a parecer pendejos y no creo que esas chavas nos pelen, siempre andan con sus galanes, la mirada tímida y la boca torcida en un gesto dudosamente erótico o provocador, ¡pues se las bajamos, güey!, hay que intentar, nada perdemos, otro más emprendedor y donjuanesco, ay, tengo unas ganas de ligarme a esas viejas, y gitano por contradecirlo, a mí me chocan las nacas, ¡pinches viejas ridículas!, arrugando las cejas, ¡chale!, no seas sangrón, ¡vamos!, y lo palmeaban en la espalda, a paso ligero hacia la calle cuauhtémoc, bela lugosi is dead, some girls wonder be mistake, desintegration y todo lo referente a vampiros y al génesis y al apocalípsis y la poesía maldita y edgar allan, bauhaus proponía palomo, the cure, nick cave, dead can dance, y burana sisters of mercy, y el otro, no nick cave and the bad seeds, tienen que oírlo, mejor que cristian death, ¿en el tianguis del chopo?, la polla records, o mejor eskorbuto, no, la gran estafa rockanrolera, mira allá va robocop, ¿y ya oíste el parto de la chole?, no, yo deveras no le hago mi buen, y ya estaban en la fila para el café, de a devis, el reflejo de un parabrisas, en la rockola de la cafetería desorden público, guácala, adelante suyo una delgadita nerviosa y perfumada, toda risas, sus amigas mirándolo de soslayo, precios mordaces y servicio burocráticamente lento, a gitano le pareció que se burlaban de él, ¿les pasa algo?, ¿fingen que son tontas o en realidad nacieron así?, enfadado y teatral, ¿de qué se ríen?, y te aseguro que de ti no, para nada, de ningún modo, la más pícara recorriéndolo con la mirada, ¿no te han dicho que pareces un viejo gruñón con cara de joven?, reían escandalosamente y palomo y burana se habían recargado en un coche y esperaban ajenos, no hagas caso de mi amiga comentó una tercera acercándose compasiva, es que somos muy bromistas, y como si enseñara una credencial ¿cómo dijiste que te llamabas? jalil romel ¿y ustedes?, ¿yo?, me llamo sandra y ella es alina, y yo soy carolina dijo la de los ojos verdes, ¿qué van a llevar? interrumpió el empleado, dos capuchinos y un chocolate, ¿y usted, joven?, igual que ellas, dos capuchinos y un chocolate, y seis donas surtidas, y hacia las chavas ¿son del juárez, verdad?, si ¿se nos nota mucho el uniforme?, los dientes de anuncio de tan parejos, ¿y tú?, de la preparatoria 6, ¿vienes solo?, allá en ese coche están recargados unos amigos ¿quieren conocerlos?, las niñitas intercambiando complicidades, y alina de inmediato sí, nada más que nos den nuestras bebidas, y como meseros en una carrera de meseros cae que no tira y tira que no cae, christian, israel, ¡ayúdenme!, ¿qué pedo?, ¿por qué nos dices así?, intrigadísimos, ¿de cuándo acá te acordaste de que tenemos nombres? como un arma de dos filos, juventud mediodía huerteaba, es que quiero presentarles a unas amigas, ¡hola!, yo soy alina sin darle tiempo para agarrar su capuchino, ella sandra y ella carolina, mucho gusto, en coro, podían cantar en una iglesia, ¡chale!, se quedaron mudos, con que querían ligar niñas del juárez ¿no?, cállate, no seas payaso y se adelantó palomo a carolina, siéntate alina se acomedía burana, mientras la equilataba con gula, me vas a odiar porque te dije viejo gruñón acercándose, ya ni me acordaba, cada mano ocupada o con el café o con la dona, ¿en qué año estás?, en el tercer semestre de preparatoria y sorbió un poquito de su capuchino, yo estoy cursando el segundo año, coincidencia de las coincidencias, él mirando los labios mordisqueables, ¿qué música te gusta? buscando otra solidaridad, otro compromiso, ¿de rock o en general?, de las dos, ¿qué te pasa más?, de cantantes en español me fascina luis miguel, se me hace un niño superguapísimo, supereducado, superbuenísimo en todo y por si fuera poco canta padrísimo, ¿sólo te gusta él?, decepcionado y como patinando en sus revoluciones, ¡ay, no, me superencanta el hijo de julio iglesias! ¿lo has escuchado?, no, pero a su papá sí porque mi mamá tiene tres discos creo, o cuatro, y se llama enrique, sí, enrique iglesias, y también es hiperguapísimo, tiene una voz bien bella, es más carismático que su papá y está cómo quiere, como que tiene mejor timbre de voz y es más varonil, entusiasmada y sin notar la sorpresa escandalizada de gitano, ¿niños guapísimos y que cantan bien?, cristian castro, beny ibarra, marcos llunas, alejandro sanz de los jóvenes, y entre los ruquitos, emanuel, miguel bosé, juan gabriel, laureano brizuela, ricardo arjona y ricardo montaner, uy, absolutamente agotado, ¿los conoces?, bueno, casi casi, porque mi papá me compra todos los que le pido, ¿y a ti qué música te gusta?, sus ojos iluminándolo, pues nada más medio me pasan miguel bosé y luis miguel, pero no por guapísimos ¿eh?, y alguna que otra rola de juan gabriel, pero prefiero el rock, digo, de preferir preferir, ¿te gusta sting?, sí, claro, y U2, y UB 40, y aerosmith, y oye sandra, ya vámonos, era carolina seguida por la otra chava y palomo y burana, ya me tengo que ir ¿cómo dijiste que te llamabas?, jalil romel, jalil romel, jalil romel como si rezara, ¿cuándo las podremos ver otra vez?, ¡dáme tu teléfono!, ¿tienes agenda?, no, no la traigo, ¡apúntamelo en este cuaderno!, arrugando la nariz, él como cantando lo siento princesa pero es que soy tan lento en esto del amor, debe de ser la inexperiencia, estos largos minutos sin hablar, ¡era una canción de lou reed!, pero deveras me hablas, que les vaya bien, ¿cómo te fue con sandra, cabrón?, tú que decías que estabas sólo como perro, y esa chava que se ve que masca tuercas, bien, yo creo que bien, pero es muy fresita y cursilona pero para un faje no está nada mal, sólo le faltó decir que le gustaban bronco o la banda machos, ay ay ay ay ay cuánto me gustan las olas empezó a zapatear palomo, las solas no las casadas, las solas no las casadas, pues alina es muy simpática pero no me pasó, no es de mi tipo, es otro boleto, y está muy chiquita, demasiado aniñada: burana; pues yo prefiero a las indias de la prepa decía gitano fingiendo cierto desinterés, éstas de hoy eran medio payasitas y muy ofrecidas ¿no?, pues a mí no me parecieron nada mal dijo burana, como interesadas ¿verdad?, pues yo le regalé mi gorra a alina, me encanta para amiga, es muy desenvuelta, porque para viejas las que vi en puerto vallarta, ¿y qué?, ¿estás muy orgulloso de ti mismo?, ya encaminándose de nuevo por donde habían venido, es que si salimos con ellas van a querer que las llevemos a mil lugares y con qué luz explicaba palomo preocupadísimo, mejor deberíamos juntar dinero y las invitamos al cine: gitano pensando en ella (ya la extrañaba ¿cómo eludir ese placer cuando estaba a su lado?); mejor cada quien hace su lucha por separado sentenció burana como ofendido, sí, en bola no me pasa, así las conocemos mejor dijo palomo, bueno indios, ya vámonos dijo gitano arrojando su melena hacia atrás con un movimiento de cabeza, sí, ya es bien tarde, güey, ¡vámonos!, suspiró y cargaron cada quién con sus mochilas y encaminaron hacia la calle parís para abordar la colectiva que los llevaría al metro de coyoacán, el calor pegosteoso, la ciudad inundada de luz, en el radio del microbús ya llegó, ya llegó, ya llegó sergio el bailador, cuando se bajaron sudaban de más, fastidiados y hartos del sofocante calor y la música tropicosa, tu vip’s or not tu vip’s, gitano emocionado y teatral, para no tener que decir nada a sus compinches, pensaba que sandra era superguapísima, supereducada y superlinda, el rock de ahora ya no es contracultural, le dijo, y hablaba tan gracioso que él tenía que reír, sabía hacerlo reír, tenía rayos equis en los ojos, sabía mantener la conversación y cuándo se tenía que despedir, ¿por qué se tuvo que haber ido?, tenía que hablarle de led zeppelin y jimi hendrix y los doors y patti smith, y era peor, porque si se trataba de tener amigas tendría que aceptarlas con todo y sus gustos musicales, con su manera de hablar, acompañadas por sus amigas, con sus limitaciones de horario o de vestuario y lo que fuera…

Love my girl, imagínense a gitano al llegar a casa con otro semblante, contento y hasta accesible, ¿cómo te fue en la escuela?, bien, pero ¿qué hay de nuevo?, nada, pero ¿por qué estás tan contento?, ah, es que no fue en la escuela sino afuera (gozando el olor de la comida), conocimos a unas chavas del instituto juárez nada sangronas, ay, con razón, con razón ¿qué?, con razón estás tan contento (llevando unos cubiertos de la cocina al comedor), ¿no me digas que se me nota?, claro que se te nota, qué indio, qué gacho, qué naco, lo malo de las chavas es que eran bien fresas, tenían cada gusto, imagínate que la que me gustó a mí me salió con que le gustaba luis miguel, a todas las viejas les gusta, no veo por qué no, canta muy bien y es muy carismático (como paseando una ensalada), chale, ahora voy a tener que soplarme algunas de sus rolas, hay que escuchar todos los géneros, para enriquecer o diversificar si quieres el gusto personal, hacer a un lado los prejuicios (el agua de jamaica), pero si no es tarea, pero te gusta esa chava ¿verdad?, entonces no hay de otra, luego no te pelan si no hablas en el mismo idioma, ¡jimena!, ¡tobías!, ya está la comida, siéntate a comer, la mesa incompleta, gitano entonces como al ataque, deberías inscribirte en un curso de computación mientras devoraba su arroz con plátano, me saca de onda que te hagas como todas las viejas fodongas y gachas, me choca que te vayas a enajenar con las telenovelas, ella distribuyendo las tortillas y a lo mejor puedo ir los sábados a la universidad, muy tímida y apocada, ay sí, si hasta pareces vaca echada de tan gorda, antes tenías muy bonito cuerpo (desde su juventud), hasta en la secundaria me decían pásame a tu jefa, y ahora mira nada más cómo estás, re gacha, tan arrogante como despiadado, eso no te importa, ¡ya sabes que las dietas no me han funcionado!, pues es que tragas puras cochinadas que te suben de peso, y te la pasas de criada en lugar de salir a trabajar como antes, oye, no me hables así delante de tus hermanos, déjate de groserías, casi atragantándose, sí, sí, te voy a decir vaquis para ver si te da vergüenza y te pones a dieta, y enmudeció al meterse en la boca el último bocado de arroz, ¡qué estúpido eres!, es que tengo alterado el metabolismo desde que nació tobías, nada nada, no te justifiques, dejaste de trabajar y te pusiste hecha un marrano, bueno ¡y a ti qué te importa!, me importa porque me da vergüenza verte así y que te vean mis amigos, mientras servía agua para su hermanito, por eso es que no los traigo a la casa, mucha mucha decía tobías, pues no los traigas aquí y asunto arreglado, ¡mejor baja de peso!, te ves hasta más grande de lo que eres, ¡te ves re gacha!, y no te lo digo para que te enojes sino para que lo pienses, ya se te quitó lo creativa, estás de gata de naca, díle a tu marido que te consiga un empleo, estudia, haz algo para ti, por ti, ¡vete a la chingada! iracunda y humillada, escandalosamente derrotada, levantándose a la cocina para abrigarse en los olores de las ollas humeantes y los trastes sucios, ¿cómo mentirse si las palabras de su hijo estaban en lo cierto?, ¿acaso su destino podía ser tan triste?, ¿tan limitado?, quería llorar y no podía llorar, y cuando regresó al comedor con la cazuela repleta de albóndigas se encontró con la compasión de gitano, ¿te enojaste?, ya no se te puede decir nada porque no aguantas, ella en silencio, pensando quizas que hubiera sido mejor que su marido le dijera eso y no su hijo, pero su marido era tan respetuoso, tan prudente, que jamás se hubiera atrevido, eres bien grosero con mi mamá, protestó jimena, está gordita pero eso sí se quita y lo grosero no, ¡cállate doña metiche, a ti ni quien te pele!, ¡cállate tú, baboso, idiota, menso!, gitano tenía la boca llena, se incorporó y empujó a su hermanita, ¡maldito escuincle pendejo!, ¡caqui de mierda! gritó tobías por defender a su hermana, ¡no vuelvas a chingarme o te vas a arrepentir india pendejita!, enrojecido por el coraje, y si te metes te aguantas, la mamá enjugándose el llanto que venía incontenible y levantándose para encerrarse en la cocina, ¡este estúpido me pegó con el puño cerrado!, llorando, tobías abrazándola y tratando de calmarla, ¡es un caqui de mierda!, ¡tobías!, ¿quién te enseñó esas groserías?, ¡jalil!, señalando a su hermano, apuntándolo con su mano, oye jalil romel, ya creo que ya estuvo bien, ¿te das cuenta del mal ejemplo que le das a tobías?, ¿tú golpeando abusivamente a tu hermana?, ¡y tú jimena diciendo palabrotas?, ¿yo?, ésta pinche estúpida, metiche, sabelotodo, me tienes harta con tus abusos cobardes, a la menor provocación pierdes el control, jimena sólo te insulta si la haces enojar para que eso suceda, ¡no manches!, si es una pinche hipócrita la naquita, la madre se acercó y le cruzó la cara con el dorso de la mano, pero gitano como por reflejo la empujó con fuerza lejos de sí y ella tomada por sorpresa, trastabilleó, retrocedió unos pasos y cayó contra la pared, lastimándose un brazo (el caballo blanco hablaba al revés y la reina roja perdió la cabeza, tenía que recordar lo que dijo el lirón: alimenta tu cabeza, alimenta tu cabeza, alimenta tu cabeza), gitano no se quedó a ver eso, al rechazarla se incorporó y a toda prisa se dirigió a su cuarto tan irritado como indignado, cerró con el seguro y se acostó tratando de darle carpetazo al asunto, en la televisión hablaban de vientos violentos y huellas de grandes inundaciones en Marte, alguien decía que Marte era un pequeño planeta que hacía las cosas en grande, hablaban de que esas inundaciones habrían durado meses, y él se acordó de la violencia que empleaba su padre contra su mamá, aunque la memoria de aquellos abusos promocionaban su feroz comportamiento en vez de inhibirlo, se levantó a poner un disco y concluyó en voz alta: si mi papá se la madreaba sería por algo…

She looks that good, y silvia otra vez allí enfrente suyo, tan frágil, sin saber qué decirle, con un mohín por el rechazo o lo que parecía ser un mohín por la tremenda distancia, y él deseoso de abrazarla, de acariciarla, de desnudarla, y prefiriendo ahogar sus sentimientos, o viéndose forzado, era el doceavo día que conseguía no demostrar ni un milímetro de su interés, y ella ya debería dar por hecho que él no la deseaba, tenía tanto miedo de comprometerse, le convenía que ella adoptara esas poses de dignidad cortesana aunque había bajado de peso, se veía demacrada, su rostro adelgazado por la tristeza, pero ernesto tenía que sacar el trabajo, la correspondencia, y seguía con el dictado, ella taquigrafiandolo todo de pie, unas 400 especies vegetales, 16 ictícolas, dos de reptiles, 10 ornitológicas y 20 mamíferos han desaparecido a causa de la destrucción ambiental, ambiental murmuraba ella y luego nada, ni un comentario, y él hoy quedan menos de 800 mil hectáreas en las selvas lacandonas y los chimalapas y algunas regiones de oaxaca y veracruz, y el ritmo de la deforestación, y en 1995 casi ocho mil incendios consumieron 310 mil hectáreas, y méxico ha perdido el 97% de sus bosques tropicales y más de la mitad de sus áreas verdes en los últimos 400 años, y la presión para que terminaran el informe para esa tarde, aunque no salieran a comer, silvia sumisa y hermosa, indignada también porque en vez de enamorarla, ernesto la utilizaba, aunque ella no le importaba eso porque prefería estar cerca suyo, ¡silvia! llamó ernesto por el interfón, enseguida señor, esperanzada en recibir esta vez aunque fuera un poco de afecto, tomó su block y su lápiz de taquigrafía y se sorprendió al ver una botella de bacardi sobre el escritorio, ernesto estaba bebiendo, acércate le dijo, soy un hombre, me gustas como mujer, y ella se acercó, pero no puedo amar a nadie y gimoteó, su aliento era desagradable, su mano la lastimaba, déjeme, me hace daño, ¡dije que me gustas pero no puedo darte nada!, ¡yo no le he pedido nada!, ¡déjeme!, sin voluntad de rechazarlo, puedo darte sexo, sólo eso, no me importa, déjeme, decepcionada y hasta arrepentida, ¡acuéstate conmigo de vez en cuando!, y trató de besarla a la fuerza, ¡amantes sin compromiso!, pero silvia lo rechazaba, se sentía ajena a sus intereses, no deseaba soportarlo un momento más, soy una persona taciturna y triste y tu exuberancia levanta mi vida, trastabilleó hasta la puerta pero ernesto la alcanzó, volvió a detenerla y cerró el seguro, ven para acá, no me hagas caso, no llores, la consolaba sin resultados, se sentó en una silla, ella de pie, y le metió las manos bajo el vestido, fascinado por las posibilidades, asombrado de su propia torpeza, le acariciaba los muslo espléndidos, el milagro de la nalgas tan firmes, ella temblando y sin atreverse a tocarlo, sollozando, él conmovido por esas lágrimas, por la frescura de esa piel, las formas de ese cuerpo, ven, vamos a poner un poquito de música, ¡no quiero, déjame!, pero sin mucha firmeza, ernesto se levantó y sin soltarla tomó el control remoto del escritorio y puso en marcha su tocadiscos, en su cabeza había palabras para muchas canciones de amor, soltó el control y la abrazó con intensidad, él lujurioso, concupiscente y casi enceguecido por sus deseos, ella enamorada con sinceridad, cualquier cosa menos la misma soledad otra vez, susurraba, los beatles en el tocadiscos y ella dejando de luchar, something in the way she moves, attracts me like no other love, something in the way she woos me, ernesto repetía la letra de la canción, buscaba un motivo para querer a esa muchacha, un enamoramiento de aquimichú, aquimichú, de un pasito pa adelante, dos pasitos para atrás, pero no lograba interesarse por ella, era como un vacío, una distancia infranqueable, algo ridículo que le impedía acercarse y comprometerse, como si se aburriera, y ni siquiera ponía de pretexto a su hijo, no era por su hijo que no se enamoraba, tenía miedo y no sabía a qué podía atribuírlo, y you’re asking me will my looove growww, I don’t know, I don’t knowww, you stick around now it make show, i don’t know, i don’t knowww, y estuvieron bailando hasta que oscureció, ella creyendo que no había nada más triste que su vida sin él, pero sabiendo que nada iba a cambiarlo, que no la querría nunca, quizás eso era el amor, un deseo que partía de ella hacia él y que nunca sería recompenzado, ni identificado siquiera, y lo abrazó apasionada invitándolo a acariciarla pero él no respondió, más lejano que nunca, ella se detuvo, es muy tarde ¡tengo que irme!, ¿cómo podría demostrarle que lo quería más, mucho más que cualquier otra muchacha?, lo quería todo el tiempo, para siempre, pero él la dejaba ir, y se derrumbó en su sillón de ejecutivo y siguió bebiendo directamente de la botella, escuchando una y otra vez esas canciones que había descubierto en sus últimos años de prepa, cuando conoció a maría, el año de let it be, el año de la muerte de jimi hendrix y janis joplin, el año que timothy leary ayudado por los weathermen se fugó de la cárcel, porque no podía olvidar ese pasado, bridge over troubled waters, y en los billares empezó a beber, ese fue el año que se fundó el greenpeace y eso ni siquiera sabía que lo iba a afectar tanto, en realidad todo lo afectaba, y salud, brindó ante los fantasmas de su pasado, los encuentros con maría, tan jóvenes, todo mundo amaba a su chica, pero aún si dejara de beber ella no regresaría, y no podía ni llamarla, no había sabido mantener su amistad, ¡salud!, es que la quería demasiado, irracionalmente, la había maltratado por eso, el celoso extremeño, ¿con quién andas desgraciada?, ¿crees que soy tu pendejo?, sacudía a su esposa por los hombros con fuerza histérica, se había retrasado en casa de una amiga, había mucho tráfico, iba con los niños, y él ni siquiera la escuchaba, lo había llamado por teléfono pero sonaba ocupado, ¡fui con rosalba y se me hizo tarde!, y empezó a golpearla, no me vengas con chingaderas hija de tu pinche madre, ¡vienes de verte con tu amante!, le cruzaba la cara a bofetadas, ¿cómo crees que voy a ir con mi amante llevando a los niños?, la cara desfigurada por el miedo, no le pegues, los niños gritando, ¡mi mamá no hizo nada malo, papacito!, el pequeño lloraba desconsolado, hasta que intervinieron los vecinos, llegaron dos policías en una patrulla y en la delegación levantaron un acta en su contra que le sirvió a maría para solitar el divorcio, tenía la cara desfigurada por los golpes, los niños fueron a dar a casa de rosalba adonde maría vivió los primeros meses de su separación, el juez les dio el divorcio y ernesto no logró argüir nada en su favor, maría se llevó a los niños con ella, no quiso pelear nada material, humberto el mayor se regresó a vivir con él al terminar la secundaria, maría solicitó trabajo de administradora y conoció al dueño de una cadena de restoranes, un norteamericano también divorciado, sin familia, chistoso, de mucha risa y muecas, salió con él algunos meses y se casaron, ernesto reconstruía en ese pasado casi gozando lo intenso de su desesperación y bebió hasta agotar la botella, luego apagó el sonido, las luces, se limpió con un kleenex el bilé de silvia, los tics, los guiños, los dicharajos, su ansiedad, la autocomplacencia, cerró la oficina y se fue a buscar su automóvil tambaleante al estacionamiento, un pasito pa adelante dos pasitos para atrás…

CRISTALES ROTOS Por: Alma Lilia Joyner


A mi madre: Alicia Vázquez.
A la memoria de Benjamín Joyner.
A mi hija Jimena.
A Sergio Ávalos Félix,
A mis hijos: Gerardo y Sergio.
A Hortensia Moreno, a Huberto Batís y a Héctor Morales Saviñón.
Con respeto, admiración y reconocimiento a Gustavo Sainz.
Mi agradecimiento a Myriam Castillejos y a Augusto Bolívar.
A todas las valientes mujeres de mi familia y del planeta.


Fragmento de novela.

UN NEGRITO BAILARÍN...

Llegué, fatigada del infructuoso día. Más que desalentada, en un estado de frustración imposible de ocultar. Mis ojos hundidos me daban un aspecto ausente. En mi departamento, la luz del sol se filtraba con ondas móviles, los rincones salpicados de transparencia no encajaban con mi triste figura. Pensé en la frase de Martín Luther King, Jr, y que leí alguna vez. “Aquello que no me destruye, me hace más fuerte.” El sufrimiento me servía para dos cosas: me fortalecía y sensibilizaba. Eso me tranquilizó un poco, sólo un poco. Iba transformando mi idea y visión, respecto a mis pérdidas emocionales. Estuve aprendiendo mucho y entrenando mis emociones para identificarlas una a una. Mi vida hallaba por primera vez, un sentido que estaba totalmente en mis manos. Mi responsabilidad adquiría otro enfoque y mi verdadera historia personal fluía por fin, el nudo se deshacía poco a poco y muy lentamente.  
Cerré las cortinas de la sala que desde nuevas nunca mandé lavar,  y la gruesa tercio-pana con el movimiento de los cordones; el golpetear de la tela al agitarse, dejó escapar un polvillo flotante, casi invisible.
Solté el paquete con la novela inédita, que cayó pesadamente sobre la mesa de centro, y yo, me derrumbé en el mullido sofá. Mis ojos angustiados, y la humedad todavía más amarga escurría lentamente sobre mis mejillas sin color. Rechazaron mi novela cuatro veces en las editoriales prestigiadas de la ciudad y pensé:
––Quizá mi trabajo literario aun no es suficientemente bueno. No puedo competir con tantos hacedores de palabras, esta historia la escribí para mí y ya. Luego argumenté, que la situación económica repercutía en el ánimo de las editoriales y no arriesgarían con una desconocida. ¿Cómo podrían hacer un espacio para esta novela? No había dinero para novatas como yo, todo exigía comercio y más comercio con la globalización. ¿Y no era la literatura virtual la mejor propuesta para la nueva época? ¿No yo misma, había comprado algunos audio-libros? ¿Porqué me dolía el rechazo? La sensación de no pertenencia inundó mis temores, esa inseguridad como una sombra detrás de mí, dentro de mí, acuñada en el dolor y el retroceso de un trabajo escrito, que nuevamente revisaría hasta el cansancio.
Una amiga escritora me había dado un proyecto de telenovela en un resumen de cuatro cuartillas, sólo tendría que inflar esa historia. Por un instante me entusiasmó la idea, sin embargo, dejé pasar tres meses sin ni siquiera comenzar los capítulos.
––Estoy desempleada, me choca tener necesidades, es horrible estar tan bruja... ––Precisamente esa razón me precipitó y acepté. No concluí nada, mis esfuerzos quedaron en eso. Volví a lo mío, escribiendo una página al día, tres otro día y así sucesivamente. Triste, deprimida, garrapateaba en desorden. Esa necesidad de hacerlo persiste desde siempre sin que a nadie le interese, sólo a mí.
En una mesa junto a la computadora, un primer manuscrito que aspiró a ser una novela, parecía exigir una conclusión, un final que nunca definí. Empolvada cantidad de hojas cuya corrección se convertía en trabajo interminable. Creí que podía hacerlo, que bastaba una muy buena imaginación, echarla sobre un papel en blanco y otro y otro. No podía dormir un solo día sin rasguear, dibujar letras, enunciar historias, describir pensamientos, garabatear líneas y palabras. Desde aquellas fotografías melodramáticas dedicadas a María Mariana; mi primer poema escolar, el cuento que me permitió obtener una calificación sobresaliente en la primaria y aquél diario que redacté en un ejercicio constante de decirlo todo, de explicar mi entorno, el mundo que entonces parecía tan emocionante. Y las miles de cartas a mis amigos, a mis amantes, amantes circunstanciales, amantes de una noche y amantes por amor, cartas con una sensibilidad insoportable, acumuladas a diario, ya no tenían cabida dentro de mi estructura; maravillosas confidencias que narraron momentos apasionantes de mi juventud, emotivos e inspirados pensamientos, los mejores, los más sinceros, pues la escritura siempre lo afirmaré era el único camino que no me traicionaría.
Cartas de mi vida adolescente grabadas solo en mi mente, de México a Nueva York y viceversa, ¿él me impulsó?. Reconocía que lo amé profundamente, más que si le mandara un mail, más que a nada y nadie. Quizá porqué me parecía sincero y creí en sus palabras que mis ojos acariciaron y leyeron con devoción, en su larga ausencia. Palabras que línea a línea se grabaron en mi corazón sin grietas, aun. A los 16 años, sólo buscaba pertenecer y con él, creí alcanzar esa oportunidad. Por el simple acto de que respondía a mis palabras con la maestría de un verdadero escritor. Él escribió la primera carta y el amor nos encadenó con otras cartas que se cruzaron con diferentes destinos, su casa y la mía. Durante tres años creí que tenía un valor y significado soltar las riendas del alma, sobre papel de colores y sólo fue un ensueño de  vapor. Los lazos de moralina y egoísmo de nuestras respectivas familias, nos separaron de aquél primer juramento, de aquél amor platónico, sincero, precioso, joven, cierto, amante, amado tan querido como deseado, profundo y verdadero. Oscuridad con destellos verdes en la mirada, golondrina negra, enigmática, viajero sin descanso, marino de todos los mares, viento, tormenta, triste melancolía, de nombre Maximiliano, ébano, viril, soñador de dos voces; las de mi nombre, María Antonieta, María de él que fui un espejismo. Antonieta de todas las que pudieron aparecer en su vida. Dos voces que lo llamaron por mucho tiempo al amor, lágrimas que se desgastaron con la música de Franck Purcel. Tres o cuatro encuentros clandestinos, un toque, el beso, sus manos largas, bellas, su voz, la débil sonrisa que apenas me hizo feliz, el instante de su piel y la mía en un velo de misterio sin resolución. ¿Inexperiencia o cobardía? Desamor, desencanto, que sé yo. Creencias en su familia y la mía, ideas enfermas de doble moral y prejuicios que levantaron un muro más alto, que el muro de Berlín y que no fue ni asunto mío, ni asunto de él, fueron su circunstancia de vida y mi circunstancia de vida lo que nos separó.
¿Qué susto me impulsó a fingir experiencia y mostrar seguridad? ¿Por qué inventé ese disfraz? ¿Por qué quise aparentar la que nunca fui? ¿La que jamás sería? ¿El miedo de no gustarle, de no ser suficiente para él, me empujó a actuar así? De todos modos no funcionó el montaje de mi obra amorosa para nada positivo. En realidad estuve aterrada. Sin embargo, yo deseaba impresionarlo y creí que sería atractiva, interesante, sensual, como artista del cine mexicano de los años 40. Simplemente, me dejé llevar por mis sentimientos juveniles. ¿Qué sobresalto lo impulsó a desampararme? ¿Sin sombra, sin sus besos, sin la lucha que construimos en esas cartas de humo, promesas que se desvanecieron como él? Mucho tiempo después de la separación irreparable entre Maximiliano y yo: ––casi todos sabemos querer/ pero pocos sabemos amar/ y es que amar y querer no es igual/ amar es sufrir, querer es gozar––, José José, en mi memoria, mientras me preguntaba. ¿Lo quise, me quiso? No habría tiempo para realizar el amor escrito en amor real. Nuestras familias chocaban como mar en las rocas, de golpe y con fuerza; y golpe a golpe nuestra espuma se desvaneció. Dos realidades, dos mundos encontrados, oscuridades y luz sin horizonte, dos religiones sin convergencia marcaron una línea, que dividió al amor, como Capuletos y Montesco en pleno 1973. Un negro Romeo eclipsando mi vida, un Don Juan sin Doña Inés, un héroe sin gloria, sin corona, sin fuerza y sin valor escondido detrás de una borrasca infame de mentiras familiares. De sentimientos disfrazados, de “buenas conciencias”, doble moral cobrándose cuentas, facturas añejas de otros personajes del pasado, en nosotros dos. Desde entonces cambié mi nombre y así jamás me encontraría su voz ni sus ojos ni sus manos de artista, ni su piel de noche ni sus dientes blancos ni la espada que enarboló aquella noche. Creí sentir a un hombre abrirse paso en mi intimidad. Desperté con un niño dominado, manipulado por sus papás, un pinocho de madera que se quedó atrapado en mis cuentos sin que el hada madrina lo desencantara, pobre amor sin agallas, inocente, ajeno, desdeñoso, cautivo “de las buenas maneras”, ficción sin desenmarañar, amante de un instante, un simple fax, inexperto gorrión de nido tan frágil.
Que poco materializó los sueños de volar más lejos, que poco viví en su corazón. Mi andar desde entonces se hizo penoso y deambulé por la vida sin ojos, sin olfato, sin oídos. Dando tumbos sin su mano, sin su  apoyo, sin palabras que alentasen un poco el doloroso calvario que se abrió en mi alma. Yo sólo quería pertenecer. Y ni siquiera lo tenía consciente como ahora.
El miedo lo llevó a inventar que no era el primer amante en mi vida, miedo a su padre enfermo, a su madre ignorante, a su familia prejuiciosa como negras piedras en el camino, piedras grises, piedras, piedras, piedras, ay que negras piedras... /de piedra a de ser la camal / de piedra la cabecera/.
Me bañé con agua tibia, a veces lo hacía con agua fría. Sentí cansancio de que mis recuerdos pasaran tan rápido como la vida. A diferencia de mis sueños, que no terminaban en ninguna parte y como parvadas emigraban, pero volvían siempre a su lugar de origen. Ocupando mis fantasías por la noche, vivían de día y tomaban la siesta conmigo. Parecían espinas de rosales sin rosas, clavadas en mi corazón.
Mis novelas, me semejaban fantasmas viajeros, sombras sin dueño, sin dirección. Mi hija, Melina, decía, que viajaba con las palabras. Era cierto, alucinaba las palabras; ¿quién decía que no? Sólo expresé las sensaciones, los sentimientos y el vacío de la frustración asida a cada letra. Como si en ello me fuese la vida, en esa necesidad de decirlo todo. Usando las palabras, tocando las palabras, delirando las palabras, esperando las palabras, precisando las palabras, rasgueando las palabras, dibujando las palabras, en papel, en vidrio, en silencio, en el miedo, en el tiempo, sin tiempo, en la memoria y de memoria. Las palabras que hilvanaban una historia, o dos, o las del fin de milenio. Las palabras como armas, como defensa, como guarida, como refugio, como universo, como un cosmos, como infinito, como la nada, como hoyo negro, como vitrina de cristales, como fuego, como hoguera, como cera, derretidas, escurridas, apiñadas, escogidas, encogidas, espontáneas; deletreadas, imaginadas, identificadas, a viva voz, a pinceladas, contadas, sin contar, compartidas, partidas en dos, mientras dormía, mientras hablaba, mientras mentía y me mentían. Palabras que existían de sobra, las que dijeron todos, las que no se dijeron, las que pensé, las que oculté, las que se presumían, las que fueron, y las que no aparecían en Internet, ni las oía por el teléfono; las palabras que respiré, defendí, aproveché y desterré, las que desconfié, las que deseé escuchar, las que no me importaron; palabras sin razón, sin corazón, con juicio y extraviadas, palabras que dolían, que dañaron, que afectaron, que hirieron, que desgarraban, que memoricé, que no encontré, que parecían como peces, que fueron delfines azules navegando mi interior. Palabras dulces, amargas como hiel, saladas como el mar, todas y ninguna, siempre palabras, palabras en soledad, en medio del delirio, del infierno, del paraíso. Palabras que apenas distinguí entre la oscuridad, las que salían a diario en el periódico, en todas las secciones y hasta en la nota roja, silabearon su nombre: Maximiliano, sin apellidos... sólo su nombre, que se convirtió en un viaje remoto a mi pasado, entre tinieblas, en medio de la niebla, desde un ángulo personal y a distancia, en el abismo hasta el firmamento en que parecía bosquejarse otra historia que no era la mía. Era cierto, al contar mi historia dejaría de ser mía. Si la escribía, ya no me pertenecía, se apoderarían de ella, todos los personajes, y quizá otros más, que ni siquiera yo configuraría, mi imagen se diluiría entre las palabras y con las palabras, en medio de las palabras y hasta el final, que sería el comienzo de las mismas. Sentidos, emociones, sentimientos.
––¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? ––Me preguntó, Maximiliano con una mirada muy personal, una mirada que invitaba a descubrir emocionantes veredas, un lenguaje mudo y excitante. Esa mirada que venía de la mirada de su padre, el color y los matices de sus expresiones, eran de quien le dio la vida y yo distinguía lo grande que podía ser, mirar por esa ventana de sus ojos claros.
––Siempre tengo miedo Maximiliano, pero no lo demuestro.
––Me conoces y te conozco.
––Fueron tus cartas, quizá me enamoré de otro, que en nada se parece a ti.
––Quizá soy un forajido que quiere robarte. ––Reímos.

Nunca había entrado a un Motel, apenas recuerdo cómo era aquello. Quizá fuimos hacia Cuernavaca, no sé si rumbo a Querétaro. Pasamos a un estacionamiento privado, en su Maveric verde botella, a la derecha se hallaba una puerta y una habitación, nadie nos interrumpió. Un lugar enclavado en la salida de la carretera. Sólo tenía presente un breve espacio, un breve tiempo y una breve confusión a su lado. Sólo lo veía a él, sólo lo ansiaba a él, sólo lo olfateaba a él, sólo respiraba por él, enajenada por él, delirante por él y nada más por él y su mundo de letras que se repetía en mi mente y me daba valor para estar a su lado.
Entré al baño, abrí todas las llaves, jalé la palanca del excusado, perdí muchos minutos. Viviría lo que describí en mis cartas, el momento de actuar la realidad me rebasaba. Pensaba que al perder la virginidad ya no valdría la pena como mujer. Tenía la creencia de que mi valor como persona estaba en conservarme pura. En mi mente escuché una vieja melodía de Gonzalo Curiel: Temor de ser feliz a tu lado / miedo de acostumbrarme a tu calor/
Al salir del baño, tenía puesta la ropa interior de color morado, no quise desnudarme por completo. Ahí, cobijado por las sábanas, sonreía con ingenuidad y yo me acosté a su lado igualmente inocente. Tengo tanto miedo pensaba: ––temor de fantasía / temor de enamorado / que no me dejan saborear tu amor/––; sólo distinguí sus dientes blancos, perfectos en aquella oscuridad que lo devoraba.
Temblé de pies a cabeza, sumisa, congelada por dentro, aparentando autosuficiencia. Apenas, sentí sus labios como mariposas, en un toque invisible. No escuché. No sentí. No amé. Creí que pasaría de todo, y no pasó nada extraordinario. Apenas nos tocamos, en la oscuridad no podía distinguirlo, sólo la luz de sus ojos caía sobre mi piel y mis ansias. Por eso les contó a sus padres que ya no era virgen y sostuvo su mentira frente a Rosa María y María Elena, mis hermanas. Quería ondear las sucias sábanas del motel con un escudo rojo como mi sangre derramada. No la del himen, porque no sangré. La del corazón que desgarró con su cobardía. Mi corazón que jamás podrá enterrar lo que nunca sucedió. El corazón que si lo quiso mucho, que escribió la historia como fue realmente, no como él la contó al negro mundo cómplice de sus mentiras y su desamor. Una simple eyaculación precoz, tres segundos que contaría como horas. Que risa me das, mi pésimo iniciador, recuerdo de la ignorancia y la estupidez. Se empequeñeció sin que yo entendiese su reacción. Yo amaba a ese pinocho negro, se supone que venía de Nueva York y los viajes ilustran. Las sensaciones no se repitieron jamás, gracias a dios, que no, me costó un año y medio razonar lo ocurrido. Negrito sandía, negrito bailarín. Sentimientos que hicieron de mí lo que soy, la que escribe y lo describe como la primera noche de amor, sin amor, fantasía, emoción, todo y nada. Un encuentro de jazz sin saxofón, un concierto de rock sin Jim Morrison, sin la guitarra de Hendrix, o la magia de Lennon, o un blues sin la Joplin. Por algún tiempo conservé su amor, leyendo sus cartas, luego las destruí. Ojalá las mías hayan tenido el mismo destino. Me asombraría que alguien pudiera reírse como él se habrá reído, y es que las palabras sirvieron para una pura y dos con sal.
Negrito sandía, ya no digas picardías/ o ya verás, o ya verás/, mis hijos escuchaban a Crí-crí cuando eran pequeños. Yo me acordaba de ti... ––/si adivinas que traigo aquí, te pertenecerá, /piensa despacito para adivinar/––, cantaban... ––. /Abre la caja es un muñeco / de hoja de lata para ti/ Y sonreían. ¡Canta fuerte mami! ¡Más fuerte! Mientras el corazón me dolía dentro porque no podías escucharnos, tu me sepultaste hacía muchos años atrás, dudo que alguna vez recordaras ni mi nombre... ––un negrito bailarín / de bastón y con bombín, /con clavel en el ojal / pero que se porta mal/.
Abrí los ojos y desapareció el brunito, pero se hallaba agazapado en mis remembranzas. Tres largos años escribimos. Era mejor el amor de lejos, sin frustración sin dolor sin decepciones, los colores aparecían como arco iris luminoso y había grandes ambiciones que no tocaron el firmamento, pero sobre el papel toman la forma que deseo y nadie puede impedir ni violar mis pensamientos, soy libre y vuelo independiente como halcón sin nadie que me detenga jamás. Por eso, desde entonces, viene su recuerdo cuando quiero que venga, la magia del cerebro activa un chip y viene o se queda. Es así, como se borra la memoria, llevo su registro en un archivo muy particular, es cierto. El primer amor es importante pero no determinante, el primer amor es imposible de olvidar. Siempre existen infiernos nuevos, océanos azules, miradas de terror y sonrisas desdentadas. Pienso que fue mejor así, a la distancia aprecio bien lo que ocurrió y sé que estuvo bien. Mi primer contacto con el dolor amoroso se recrudeció durante un año y medio. Mis acercamientos con los muchachos facturaban un gran ingrediente de agresividad y miedo al fracaso, miedo a creer en el amor y, sin embargo, mi mayor deseo siempre fue hallar el amor y vivirlo con intensidad, y vivirlo aunque los descalabros fueron muchos, yo nunca desistí.
Nuestro amor fue un sueño, un deseo platónico sin completar, una constelación de luces muertas en el firmamento negro. No quisiera despreciar los instantes en que lo reconstruyo, lo aniquilo, juego con su imagen de papel carbón, lo copio dos veces y las que me venga bien, y lo dejo y lo rompo en pedazos como cristales  afilados.