sábado, 2 de octubre de 2010

EL REGALO DE UN ARTISTA ......

Por Alma Lilia Joyner. Periódico Ovaciones 5 de dic de 1986



Como el silencio, en el silencio se confundía. Menuda figura desdibujada en la soledad. Sus ojos de expresión melancólica, sombría, gris. El rostro de finas facciones y con una barba perfectamente afeitada.
A pesar de ser pequeño de estatura, tenía manos fuertes, grandes y expresivas. Manos de artesano, de artista conocedoras de todos los espacios creativos, manos que se fundían en la textura de colores y en la suave piel de su amante.
Como el silencio, en el silencio se extraviaba, en silencio se mantenía oculto, con el silencio vivía, su espíritu indomable vencía, derrotándola, cuando sus asaltos verbales parecían interminables, no les gustaban las discusiones absurdas, la hacían sentir la oscura cara del amor y no la transparencia de la pasión.
Adriana aprendía a quererlo como una dedicada alumna, pero por momentos era rebelde a la fuerza que la subyugaba. tardaba tan poco en buscar su abrigo y veía en sus ojos la respuesta a toda duda que se convertía en una fiera sin garras, ni dientes desgarradores. 
Entonces eran amantes. Amantes de amor, por amor y todo parecía ajeno al mundo que se construían, en silencio sus cuerpos entretejían una suave cadena, cadencioso movimiento, penetrante y cálido como el sol. En su recámara los sentidos se transformaban y los silencios  se interrumpían con su respiración agitada y el chasquido de sus besos. Arriba, en otro departamento una pareja discutía.
--¡Me tienes harta¡ 
--¡Quisiera que te largaras para siempre¡ 
--¡No eres más que un fracasado¡ 
--¡Podrías ahorrar saliva, bruja asquerosa¡ 
--¡Contigo es un infierno vivir¡
La Pelea duró algunos minutos más, enseguida se escucharon ruidos de objetos estrellándose en las paredes y vidrios rotos. Al final un fuerte portazo que sacudió las puertas de los demás departamentos.
Los amantes permanecieron inmóviles, expectantes. El vecino bajaba las escaleras a grandes zancadas y a sus espaldas, la voz de su mujer.
--¡Ojalá te mueras maldito borracho¡
Luego, como silencio, en el silencio la luz de la tarde sobre los amantes.
Por la noche el artista se encerró en el estudio para pintar. En horas y minutos había realizado un trabajo muy extraño. Una pintura de una puerta con el número del departamento que habitaba la pareja que a diario discutía y alrededor figuras demoniacas jalando y disputándose una mujer hacia el interior de un pasaje oscuro. Por espacio de algunos minutos, el pintor permaneció, luego, gritó a su mujer.
--¡Adriana Adriana, ven un momento.
Su mujer quedo admirada al ver el cuadro que le mostraba con tanto orgullo.
--¿Porqué pintaste eso?
 Sonrió irónico y se  acercó rodeándola en un abrazo.
-- Es un regalo de amor para el vecino y por eso necesito que mañana se los lleves, bueno, es para la señora, de parte nuestra.
--Es un cuadro muy tenebroso y feo, no creo que les guste ni tampoco que lo acepten.
-- Está bien, yo subiré mañana.
Leonardo abrazó a su mujer y se fueron a dormir. Al otro día. Tomó la pintura y subió al departamento de sus vecinos, tocó repetidas veces hasta que apareció una mujer de aspecto sucio y descuidado, seguida por un hombre corpulento y malhumorado.
--¡Buenos días! Soy su vecino, vivo en el departamento 202. Como me dedico a pintar , me complacería obsequiarles una de mis obras... Bueno, si es que ustedes aceptan.
La mujer al mirar la pintura, retrocedió espantada expresando su desagrado.
--¡Está horrible, perdoné, pero no me gusta!
--¡Cállate y no opines, tu que sabes de arte! Démelo, yo lo conservaré.
La puerta se cerró detrás del artista, estaba satisfecho, se veía muy feliz. Por algún tiempo el silencio habitó en todo el edificio. Después de tres semanas nuevamente se escucharon los gritos y discusiones de los vecinos.
La pintura también sufría cambios. Los demonios parecían cobrar vida y moverse hacia la puerta abierta, pero, los dueños no se daban cuenta, enfrascados en sus agrias peleas. El tiempo transcurría, en la medida que le matrimonio continuaba en sus luchas, en la pintura la mujer también libraba una batalla con los demonios. Se le había desfigurado el rostro por el terror, sus ojos aparecían desorbitados, casi fuera de sus cabidades.  Nadie se percataba de que día a día los demonios conseguían su propósito de llevarse a su mujer dentro del oscuro pasaje.
Las peleas siguieron, hasta que una noche, los vecinos en su acostumbrado duelo se herían, ofendiéndose con palabras y majaderías, rompiendo el silencio en un escandalo interminable.
Se escucharon dos portazos casi simultáneos. El vecino bajo las escaleras a grandes zancadas y jamás regresó.
En la pintura solo había una puerta cerrada. Desde entonces, como el silencio, en el silencio se pasea sola y triste una mujer.



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